Dr. Luis Marcano González


Con la política del diálogo de saberes, en la práctica, se ha querido poner en contacto a los laboratorios de investigación y a los investigadores con las comunidades que pueden requerir apoyo científico y tecnológico, a fin de mejorar sus propuestas productivas y atender sus necesidades.


Un ejemplo ha sido la alianza científico-campesina, iniciativa iniciada en 2003, con su epicentro en el estado Mérida, extendida luego a otras localidades del territorio nacional.

Sin embargo, cabe preguntar ¿será posible el diálogo entre todos los saberes?


Antes de responder a la pregunta veamos qué pasa entre las propias ciencias. Hay, en algunos campos científicos, situaciones de inconmensurabilidad que limitan el diálogo. Un ejemplo conocido se tiene en el campo de la física. La teoría de la relatividad, que se hizo famosa con el alemán Alberto Einstein a comienzos del pasado siglo, resulta incompatible, aún hoy, con la teoría de la mecánica cuántica. Y esto sucede a pesar de los esfuerzos de importantes científicos por unificar estas teorías.


La primera modalidad del término ciencia estuvo asociada en la antigüedad con el “saber hacer”, en su sentido técnico. Aún hoy hay sabidurías como la “ciencia del catador”, que puede diferenciar sabores y olores. También existen sabidurías de nuestros ancestros, aún poco valoradas socialmente. Otro ejemplo es el arte de la “ciencia del político”, entendida como la prudencia y habilidad para garantizar buen orden del Estado. Estos saberes son técnicos.


El origen de las ciencias contemporáneas se encuentra en las técnicas. La geometría devino de la técnica de la agrimensura, hace más de dos mil quinientos años. El “saber hacer” de los agrimensores y constructores del antiguo Egipto, permitió a los griegos identificar verdades que se cumplían sin depender de quienes las operaran. De tal manera que, hoy por hoy, la suma de los ángulos de un triángulo siempre será 180º o los de la circunferencia 360º, constataciones que permitieron así la sistematización de la primera ciencia, la geometría.


Pero, como suele suceder en otras circunstancias, no todo diálogo siempre es posible cuando quienes intentan materializarlo se encuentran en situaciones incompatibles, sobre todo cuando se ve la realidad a través de otros prismas.


Esto sucede con los saberes de por sí antagónicos con las ciencias. Pasa con los saberes teológicos, derivados de las religiones, en algunos casos con pretensiones de racionalidad. Con los pseudosaberes -las pseudociencias, como la astrología, la numerología, la quiromancia, la homeopatía, etc.-, derivados de la magia y que tratan de emular las metodologías científicas. Y, finalmente, con las ideologías provenientes de los mitos, cada vez más inadmisibles en sus relatos y que llevan a posturas fundamentalistas. Es difícil que con estos saberes se dé diálogo alguno.


La consigna sobre el diálogo de saberes tiene sus límites. Es bueno prevenirse de la aptitud ingenua, como la de cierto político español, amante del diálogo, con la pretendida propuesta del diálogo de civilizaciones. Tal diálogo no ha sido posible a través de miles años y hoy, por los tambores que suenan, el famoso encuentro está más lejos. Lo que prevalece, de hecho, es la dialéctica permanente entre las civilizaciones.

Con los saberes pasa algo parecido a las civilizaciones, con algunos de los saberes no hay que dialogar sino más bien criticar y triturar. No vale todo.

*El autor es Asesor del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.


Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/es-posible-el-dialogo-entre-todos-los-saberes/

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