Veamos claro

Dr. Roberto Betancourt A.

Tomar decisiones es un proceso largamente basado en la información disponible. Mientras más datos procesados tenemos, la incertidumbre disminuye sensiblemente y las decisiones tienden a parecerse más al fin deseado. Inversamente, cuando las referencias son vagas, imprecisas, inventadas o inexistentes, los resultados de una decisión son impredecibles, no están gobernados por la razón.

En algunas ocasiones dos fenómenos sustituyen la información válida y substantiva.

El primero, la apofenia, una experiencia consistente en ver patrones, conexiones (o ambos) en sucesos aleatorios sin sentido. El término fue acuñado en 1959 por Klaus Conrad, quien lo definió como «visión sin motivos de conexiones», complementada como «experiencias concretas de dar sentido anormalmente a lo que no lo tiene».

El otro es la pareidolia, definida como un fenómeno de la mente consistente en percibir formas, imágenes reconocibles, sonidos, en elementos aleatorios que se presentan ante nosotros. Esto ocurre cuando algunos ven -por ejemplo- un conejo en la cara de la luna o formas de animales en las nubes.

Se sustituye por estímulos externos (muchos sembrados, brillantemente, por alguien) la información que no se tiene a la mano, no se busca, o no se desea.

Nadie está exento.

Más allá de la candidez con la cual podamos apreciar estas manifestaciones, no es difícil imaginarse que la pareidolia y la apofenia puedan emplearse como herramientas de programación neurolingüistica que influyen en nuestros estados de ánimo, en las decisiones cotidianas: a quién creemos, a quién temer, seguir, reconocer, admirar, etc.

Es indispensable detectar la forma de dominación.

Un buen ejemplo de esto está asociado a la tecnología.

La apofenia gobierna a más de uno cuando, al adquirir un producto, sentencia y grita a los cuatro vientos haber comprado “tecnología de punta” y realmente pagó por una dependencia más profunda

Otros entran mansos a la cueva de dominación al ver fábricas de ensamblado y asociar patrones que posponen exigir el indispensable mercado que, allende la frontera, garantice la venta de la producción, así como anticipar la cadena local de inversión en bienes y servicios domésticos garantizando continuidad a la comercialización del producto y la planta. Es posible que -como la pareidolia- ven soluciones pero -en realidad- hay mayor dependencia.

No veamos lo que no existe. Reconozcamos las deficiencias y anclemos las decisiones en reconocidos tangibles. Simplificando, la tecnología es know-how, filosofía y gerencia, no reside solo en el producto, éste es, apenas, el ápice del iceberg.

Para culminar, invito -amparados por un renovado marco jurídico, especialmente en la reformada Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, Locti- a dominar la tecnología para ser auténticos dueños de nuestro futuro.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/veamos-claro/