Dr. Roberto Betancourt A.

Esta columna semanal cumple dos años. A lo largo de más de 100 escritos se ha hecho el esfuerzo de reflexionar sobre los elementos que describen y atizan las actividades de investigación y desarrollo (I+D), considerando a éstas como las más visibles y palmarias tareas que pueblan los legajos de la ciencia, la tecnología, la producción, sus procesos intrínsecos, y -en muchos casos- la innovación.

Por un lado, el método científico provee un espacio seguro para las y los investigadores que, con el objeto de obtener un resultado deben replicar (exactamente) las mismas variables que han confrontado con especial escrutinio. Si (consecutivamente) se obtiene la misma resulta una y otra vez, expresan este hallazgo en un detallado documento. Se esmeran en publicar sus descubrimientos. De esta manera, en distintos espacio de investigación, otros u otras investigadoras debieren obtener idénticos efectos. Si ocurren en Caracas y en la Conchinchina, llegando a idénticas conclusiones, se obtiene la validación que les convierte en esas verdades que pueblan las publicaciones científicas.

En otro orden, las tareas asociadas a la producción de bienes y servicios que pudieren derivarse de los resultados de I+D tienen diferentes bemoles. No son ya espacios seguros y demandan de riesgos asumidos con incompletas variables que propician o evitan el éxito. Además, las y los emprendedores son celosos en evitar publicar el camino de la victoria e incluso el de la derrota. Quienes deciden relatar su periplo detallan lo que puede convertirse en una ruta garantizada. Pero, la experiencia ha demostrado, una y otra vez, que la vía al éxito en un país, en una región, incluso en un particular centro poblado, es muy lejos de ser la misma en todos los demás.

Las evidencias demuestran que quienes describen el mundo a través de la I+D tienen competencias diferentes a quienes dedican sus días a la producción de bienes y servicios. Son por lo tanto mundos disímiles, con perfiles que se adaptan a los escenarios que viven. Por ello, tienen diálogos, fundamentos teóricos y pragmáticos peculiares, gozan de su propio lenguaje, con verbos de acción conjugados por abismos.

Se ha demostrado incansablemente que reconocer esta disparidad es cardinal.

Reflexionar sobre el valor de las actividades de I+D es clave en la creación de las mejores condiciones para las y los que se dedican, fuera de los ámbitos de investigación, a reproducir las mejores soluciones que proveen calidad de vida al pueblo.

Sesgarse a una única área de conocimiento o negar las cualidades que demandan el éxito en ambos espacios nos recuerda a aquel adagio que acuñó Abraham Maslow: “Cuando la única herramienta que se posee es un martillo, cada problema empieza a parecerse a un clavo”.

Seguiremos reflexionando.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/clavos-y-martillos/