Dr. Roberto Betancourt A.

Daniela Klette (de 65 años), miembro de la tercera generación de la Facción del Ejército Rojo (RAF, por sus siglas en inglés), cometió atentados, secuestros y asesinatos a partir de los 70 y llevaba más de 20 años eludiendo la justicia, hasta que fue arrestada en Berlín la noche del 26 de febrero pasado. La antigua miembro de la RAF financiaba su vida en la clandestinidad con robos a transportistas de dinero y supermercados. Klette fue acusada de participar en seis atracos a mano armada en los que se robaron millones de euros, y de, al menos, un intento de asesinato.

Informes señalan que la localización de la terrorista ocurre gracias a la labor de la cadena alemana ARD en su podcast titulado “Legion: Most wanted“, documental basado en la búsqueda de Klette. Durante el reportaje, el equipo del espacio comunicacional se puso en contacto con un experto para pedirle que introdujera fotos de la acusada en herramientas abiertas de inteligencia artificial (IA) que luego detectaron imágenes de ella en Facebook con el nombre de Claudia Ivone. Con ayuda de la policía comprobaron el hallazgo y de allí se logró la captura.

Su detención plantea profundas reflexiones filosóficas y éticas sobre el uso de la IA y la tecnología de reconocimiento facial en la aplicación de la ley y la vigilancia. Aunque el arresto de criminales mediante el uso de estas herramientas puede parecer un triunfo de la justicia, las implicaciones de sus aplicaciones más amplias merecen una cuidadosa consideración. En esta serie de dos artículos se analizan algunas consecuencias del empleo de la IA y las tecnologías de reconocimiento facial para dar con individuos como Klette, así como el potencial uso indebido por parte de malhechores y autoridades por igual.

Una de las principales preocupaciones filosóficas en torno al uso del reconocimiento facial en la aplicación de la ley está asociada a la privacidad y el espionaje. Autores como Michel Foucault sostienen desde hace tiempo que las tecnologías de vigilancia pueden utilizarse como instrumentos de control y poder por parte del Estado. La implantación generalizada de estos programas plantea interrogantes sobre hasta qué punto se puede vigilar y rastrear constantemente a las personas, lo que puede vulnerar sus derechos y autonomía individual. A esto se suma que los delincuentes pueden utilizar estas técnicas para seleccionar a sus víctimas, por lo que la dinámica de poder cambia, permitiendo a los autores explotar las vulnerabilidades del sistema con fines nefastos.

El próximo artículo presentará los contextos que de este escenario se derivan, especialmente considerando que “Cuando el peligro parece ligero, deja de ser ligero”, Francis Bacon.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/perfidia/