Dr. Roberto Betancourt A.

La geopolítica de la ciencia y la tecnología se refiere al estudio de cómo los aspectos geográficos de nuestro Estado nación (y los de otros), así como las condiciones físicas del entorno y las interacciones políticas y económicas afectan el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la producción y la innovación que se fundamentan en las dos primeras. La idea que subyace es cómo estos elementos influyen en la forma en que los países, incluyendo nuestra República, fortalecen su capacidad científica y tecnológica, y cómo estas pueden ser utilizadas para alcanzar objetivos comunes en beneficio de los pueblos, respetando en cada caso los hallazgos de unos y otros.

Los estudios han demostrado que la diplomacia de la ciencia tiene un impacto significativo en alcanzar las ambiciosas metas asociadas a la incorporación de soluciones que desde los laboratorios -gracias a la obra de la comunidad científica- es posible.

El diálogo científico y tecnológico está asociado a la producción que en esa materia es compartido por la comunidad dedicada a las actividades de investigación y desarrollo, desde publicaciones seriadas en revistas de interés por áreas de conocimiento, pasando por textos no seriados, incluyendo otros de escalamiento productivo como prototipos hasta plantas preindustriales. A esta producción se une el creciente, y necesario, movimiento de la Ciencia Abierta que, de acuerdo a la Unesco y al Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Oncti), es un concepto general que combina varios movimientos y prácticas con el objetivo de hacer que el conocimiento científico, los datos y la evidencia estén disponibles y accesibles libremente para todos, aumentar las colaboraciones científicas y el intercambio de información en beneficio de la ciencia y la sociedad, así como abrir el proceso de creación de conocimiento científico para los actores sociales más allá de la comunidad científica.

Finalmente, es importante reconocer las transformaciones globales afectadas por (entre otros) el calentamiento global, la geopolítica y la propia globalización sectorizada por intereses inconfesables. Esta transformación define el nexo entre la diplomacia científica, la geopolítica, el derecho y el acceso a los resultados de la producción científica en variadas áreas, incluyendo el cambio climático, que está configurando el futuro de la humanidad y demanda del establecimiento de políticas claras a escala nacional, regional y mundial.

John Stuart Mill confesaba que “no existe una mejor prueba del progreso de una civilización que la del progreso de la cooperación”, máxima que hoy nos reclama evolucionar, crecer, en la cooperación científica (la sistemática y reproducible) con la idea civilizatoria de salvar el planeta, único espacio para el progreso.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/cooperacion-es-progreso/

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