Política y desarrollo

Dr. Roberto Betancourt A.

Los expertos señalan que el paradigma de victoria de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cambió sustancialmente a aquel de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). El criterio del éxito político de la Gran Guerra era la conservación del territorio y los recursos del Estado conquistado, y así inoculaba idioma y cultura (valga la redundancia). Eran estados ocupados.

La Segunda Guerra Mundial iba por el mismo camino hasta que la simplificación de esfuerzos señaló que el nuevo paradigma es a través de la conquista del mercado interno, haciéndole dependiente del hegemón. Se crearon nuevas instituciones de control para la recuperación económica: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial o el «código de buena conducta del General Agreement on Tariffs and Trade (GATT) (traducido como Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio); para la política, renovadas organizaciones no gubernamentales y multilaterales emergieron con fuerza: ONU, OTAN, OEA, y muchas otras. La mesa se sirvió y comenzaron a comer los nuevos dueños de la casa.

Por cruel que suene la redacción, la guerra fue una inversión de varios años (en hombres y equipos) que rindió -en términos de capital- varias décadas de esplendor económico y la multiplicación de un modelo político que alimentaba al de las nuevas potencias y superpotencias.

Lo accesorio e innecesario se eliminó de la ecuación: no hace falta la presencia física en el territorio, pues lo que demuestra ser más efectivo es una buena deuda y compromisos per in sæcula sæculorum.

La demostración simplista del éxito del modelo se manifiesta en la década de los sesenta cuando no menos de una veintena de países en ocupación lograron su súbita y deseada «independencia». Se escribe entrecomillada pues ésta estaba asociada al nuevo paradigma: ya habían inoculado la enfermedad y conservaron el monopolio del remedio.

Casualmente, entre 1945 y 1960 Venezuela recibió la inconsulta ayuda de los EE.UU. a través de dos golpes de Estado que aseguraron el acceso cuasi gratuito al petróleo, implantando el mismo modelito. Otra convulsa e inconsulta ayuda, sin éxito ortodoxo, ocurrió en los primeros años de 2000 y se ha extendido en varios ciclos por dos decenas de años.

John Fitzgerald Kennedy señaló que «La libertad política es la condición previa del desarrollo económico y del cambio social». Muy bonito. Pero, dicho de otra manera explica la perspectiva que ha dominado las relaciones intervencionistas: «Aliena la libertad política para evitar cualquier forma de desarrollo».

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/politica-y-desarrollo/