
Dr. Roberto Betancourt A.
En términos sencillos, la ciencia abierta es una filosofía de acceso, que propone que los datos, métodos, procesos, herramientas y publicaciones que expresan la investigación científica sean libres, transparentes y reutilizables, con el fin de erradicar barreras históricas como el alto costo de las suscripciones académicas, la imprecisión metodológica, la imposibilidad de reproducir estudios y las brechas de acceso entre instituciones. La ciencia abierta es aquella en la que el conocimiento deja de ser un exclusivo privilegio para convertirse en un bien común.
Ahora bien, si la ciencia abierta es una filosofía de acceso, la ciencia ciudadana es una filosofía de participación que invita a personas sin especialización en un área del conocimiento particular a participar en las distintas etapas de las tareas de investigación y desarrollo, desde la recolección de datos hasta la interpretación de resultados. Por ello, reconoce que la sociedad posee competencias, acceso, experiencias y sensibilidad territorial imprescindibles para ampliar la perspectiva de la ciencia formal.
En esencia, mientras la ciencia abierta fomenta el acceso, la ciencia ciudadana impulsa la acción. Una no puede florecer sin la otra y, para que la población participe, se necesitan herramientas abiertas; para que la apertura sea efectiva, se requiere una comunidad diversa que la utilice y la enriquezca. Ambas forman un círculo virtuoso capaz de revitalizar la ciencia contemporánea.
En el Sur Global, podemos beneficiarnos enormemente de la combinación de ciencia abierta y ciudadana, pues fomenta la generación de datos locales, se fortalecen las capacidades y competencias nacionales, se reducen los gastos y se crea un sentido de pertenencia social hacia los proyectos científicos. Entre las expresiones consolidadas que están al alcance de muchos se pueden mencionar el monitoreo comunitario de los efectos de los terremotos, la vigilancia de la biodiversidad o de la calidad del aire, sistemas robustos de alerta temprana en caso de lluvias y el seguimiento de la salud pública. Todos ellos demuestran como las comunidades pueden convertirse en coproductoras de evidencia. Cada comunidad es un centro de investigación en potencia y cada integrante es un investigador de la realidad que le rodea, de la mano de una amplia y ambiciosa red de conocimiento.
Finalmente, la experiencia indica que el mayor valor de ambas prácticas es simbólico, recordándonos que el conocimiento es un proceso colectivo y profundamente humano y -en absoluto- propiedad de una élite. Los desafíos de los que más se habla (crisis climática, seguridad alimentaria, riesgos tecnológicos) exigen sumar inteligencias, diversificar voces y fortalecer la corresponsabilidad social de aquello que, en ocasiones, se piensa que solo debe ocurrir en los laboratorios.
Premiemos esta dupla: la ciencia abierta, que nos permite «ver» más allá y la ciencia ciudadana, que nos exige «actuar» con conciencia. Juntas, hacen posible crear un futuro en el que la investigación científica y tecnológica sea un puente entre generaciones, territorios y naciones, y en el que se fortalezca la cooperación en favor del bien común.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/opinion/ciencia-abierta-o-ciudadana/
