
Dr. Roberto Betancourt A.
En el panorama internacional contemporáneo, los índices y rankings se han convertido en instrumentos de legitimación del poder que, lejos de ser neutrales, configuran narrativas globales sobre el desarrollo, la competitividad y la innovación. Un ejemplo de ello es el Índice Global de Innovación (IGI), elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), que, con aparente rigor metodológico, otorga una débil posición a la República Bolivariana de Venezuela en su edición de 2025 (136 de 139 países), sustentándola en datos incompletos, desactualizados y sesgados, al tiempo que -contradictoriamente- acepta a nuestra nación como «uno de los seis países del mundo con ingresos medios-altos» junto a China, Brasil, Indonesia y Sudáfrica.
La ironía es flagrante, pues -a pesar de reconocer la falta de información estadística- el IGI decide reincorporar al país, después de un silencio de ocho años, con una calificación que ignora tanto los avances en innovación frugal y resiliente ante el impacto devastador de más de un millar de medidas coercitivas unilaterales que afectan la infraestructura, el financiamiento y el acceso a insumos científicos. En consecuencia, este intento de retrato objetivo de la realidad nacional es, en verdad, una imagen sesgada alineada con los intereses del Norte Global.
Ahora bien, es importante revelar que el 50 % del financiamiento de la OMPI proviene de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Canadá, Francia y Suiza, lo que configura un patrón de dependencia que se refleja en sus prioridades y criterios de validación. Este sesgo estructural es una consecuencia de la arquitectura del poder global, en la que estos países, con evidentes intereses geopolíticos en Venezuela, establecen la presentación de resultados.
Frente a esta situación, Venezuela ofrece un contraste elocuente. El Boletín de Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología 2024, elaborado por el Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, refleja que la ciudadanía venezolana tiene una concepción muy positiva de la ciencia y la tecnología, y las considera instrumentos fundamentales para el bien común, el desarrollo soberano y la justicia social. A pesar del asedio económico y de la distorsión mediática internacional, la sociedad venezolana reconoce en la ciencia un motor de esperanza y progreso.
El fondo de esta disputa trasciende lo estadístico y trasluce una pugna entre dos narrativas: por un lado, está la que presenta a Venezuela como un país sin capacidad innovadora, perdida al no seguir los designios de las potencias que buscan imponer nuevas formas de dominio a través de supuestas métricas técnicas; por otro lado, está aquella que surge de la realidad nacional, donde el Gobierno, las universidades, las comunidades organizadas y la industria han construido un ecosistema de innovación que resiste, se adapta y crea soluciones en condiciones extremas.
La ciencia venezolana, lejos de apagarse, se reinventa. Desde la producción nacional de reactivos para laboratorios y hospitales hasta el desarrollo de tecnologías apropiadas para la agricultura y la energía eléctrica, el país ha demostrado una resiliencia que supera las expectativas del método acomodaticio de la OMPI. Ignorar este hecho supone una omisión metodológica y una negación política de un modelo alternativo de innovación que desafía la hegemonía de los indicadores globales.
En conclusión, la falseada clasificación de Venezuela en el IGI 2025 es un síntoma del entramado de intereses que controlan la producción y circulación del conocimiento a escala mundial en lugar de reflejar su realidad científica, tecnológica y productiva. Mientras la OMPI presenta cifras que obedecen a los hilos de poder del Norte Global, el pueblo venezolano mantiene intacta su confianza en la ciencia y la innovación como pilares de un futuro soberano. Esa es, sin duda, la narrativa que prevalecerá en la crónica histórica.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/opinion/el-poder-detras-de-las-metricas/
