
Dr. Roberto Betancourt A.
En las actividades de investigación y desarrollo, a menudo nos encontramos con ciertas asimetrías en las que disciplinas como la sismología compiten en desventaja frente a otras con un impacto social más inmediato y tangible. Un filósofo anónimo sugirió que, en términos de justificación presupuestaria, un sismógrafo nunca podría competir con un tomógrafo, sobre todo si los recursos fueran escasos. Se trata de una percepción de urgencia y retorno inmediato: mientras un tomógrafo ayuda a salvar vidas de manera visible y directa, la utilidad de un sismógrafo se percibe como abstracta y de beneficio a largo plazo. Esta dicotomía, sin embargo, es falaz, ya que la inversión en Geociencias es una inversión en salud pública preventiva y en resiliencia socioeconómica.
Se pueden mencionar algunos ejemplos concretos en el Sur Global que demuestran cómo la sismología está lejos de ser un gasto, sino un genuino salvavidas. El «sistema de alerta sísmica» de México, operativo desde 1989, ha proporcionado segundos cruciales para que la población pueda evitar tragedias, lo que constituye un logro directo de la investigación sismológica nacional. Igualmente, las estrictas normas de construcción sismorresistente implementados en Chile, perfeccionados tras cada terremoto importante como los de 2014 (8,2), 2015 (M 8,4) y, más recientemente, 2025 (7,5), son el resultado de décadas de investigación en esta disciplina, que se basa directamente en el uso de sismógrafos. Así, la resiliencia es un concepto concreto construido con datos, modelos y una robusta infraestructura científica que traduzca el conocimiento de la corteza en acciones concretas de protección civil. En esencia, la sismología es una ciencia de la salud: protege la vida existente y salvaguarda el patrimonio capaz de sustentar la vida futura.
La solución podría encontrarse en trascender el paradigma de la rivalidad excluyente y articular una política científica integral que reconozca la interdependencia de todas las disciplinas. Los fondos de investigación pueden fomentar la colaboración transdisciplinaria, con ingenieros sismorresistentes, urbanistas y profesionales de la salud diseñando hospitales estructuralmente resistentes a los terremotos y biológicamente seguros. Para que la ciudadanía asocie que cada bolívar invertido en el monitoreo de fallas geológicas es una inversión en la solidez de su comunidad, es crucial una divulgación social efectiva: cada sismógrafo puede salvar miles de vidas.
Tras ocho años al frente de la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (Funvisis), reafirmo que el progreso humano depende de la sinergia entre todas las ramas del saber. Como dijo acertadamente el Dr. Humberto Fernández-Morán, científico venezolano visionario y pionero en múltiples campos: «No hay ciencia aplicada sin ciencia básica. Son las raíces y las flores del mismo árbol del conocimiento; si descuidamos las raíces, el árbol entero se marchita». La sismología, al explorar la corteza terrestre y prever el comportamiento de edificaciones y personas en la superficie, es, simultáneamente, ciencia básica y aplicada; es una de esas raíces fundamentales para la supervivencia y el florecimiento de la sociedad.
Los sismógrafos forman parte de una ciencia que salva vidas.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/opinion/tomografos-vs-sismografos-una-batalla-silenciosa/
