De la disuasión nuclear a la acción climática
Dr. Roberto Betancourt A.

Durante las décadas más turbulentas de la segunda mitad del siglo XX, la humanidad fue testigo de un fenómeno sin precedentes: la disposición de las superpotencias para invertir cantidades inimaginables de recursos financieros, humanos, militares, energéticos y políticos en la prevención de una amenaza que nunca llegó a materializarse. Según los datos proporcionados por el científico estadounidense Carl Sagan, entre 1945 y finales de la década de 1980, Estados Unidos invirtió en su infraestructura militar relacionada con la Guerra Fría una suma equivalente a casi 30 billones de dólares. Para hacerse una idea, si una persona hubiera comenzado a gastar tres millones de dólares diarios desde el año 0 de nuestra era y lo hubiera hecho todos los días hasta hoy, aún no habría alcanzado esa abismal cifra.

Esta movilización de grandes proporciones fue una respuesta al consenso colectivo fomentado por la esfera política, los medios de comunicación y el complejo industrial militar, que sostenía la existencia de una amenaza inminente y concreta: la posibilidad de una aniquilación mutua asegurada por el poder nuclear. Con motivo del 60º aniversario de la detonación de la primera bomba nuclear en Hiroshima, es posible identificar con precisión al promotor de esta acción.

Ahora bien, el mundo se enfrenta hoy a una amenaza que se ha comprobado de manera más fehaciente que la mutua destrucción nuclear: el cambio climático de origen antropogénico. Así lo demuestran numerosos artículos científicos, informes intergubernamentales y observaciones empíricas acumuladas a lo largo de décadas. Este fenómeno trasciende las fronteras y demuestra la inutilidad de los principios establecidos en los tratados de no proliferación. La acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, la acidificación de los océanos, la pérdida de biodiversidad, el deshielo polar, la desertificación y la migración forzada por desastres climáticos son manifestaciones directas de una amenaza que ya está aquí y cuyas consecuencias afectarán al futuro de la civilización.

Para alcanzar la meta de una transición energética justa, una infraestructura resiliente, tecnología limpia y un modelo de producción regenerativo, se requiere una voluntad colectiva sólida y sostenible. Esta voluntad debe sustentarse en una narrativa convincente, realista y esperanzadora basada en pruebas científicas y traducirse en objetivos concretos y medibles. Esta determinación surge del reconocimiento claro de que revertir la trayectoria actual del calentamiento global es posible si se actúa con diligencia y a la escala adecuada. Las inversiones que en la actualidad pueden estimarse como monumentales resultan insignificantes en comparación con los costos humanos que acarrearía la inacción.

Finalmente, la historia de las decisiones humanas demuestra que, en momentos críticos, los pueblos pueden responder con grandeza cuando entienden la magnitud de un riesgo y su papel para evitarlo. Es hora de poner al servicio de la vida la misma determinación con la que antes se prepararon para la muerte. Tal y como afirmó Nicholas Stern y ratificó el comandante Chávez, «el problema del clima es el mayor fracaso del mercado que haya conocido el mundo», y la solución debe tener en cuenta su dinámica destructiva.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/opinion/de-la-disuasion-nuclear-a-la-accion-climatica/