
Dr. Roberto Betancourt A.
La Guayana Esequiba, con sus 159.542 km² de biodiversidad única y potencial estratégico, es mucho más que una disputa territorial: es un escenario privilegiado para demostrar cómo la ciencia, la tecnología y la innovación pueden impulsar el bienestar, el desarrollo sostenible y la justicia social.
En un momento en que la soberanía deja de medirse solo por los mapas para valorarse según la capacidad de transformar el conocimiento en calidad de vida, la I+D emerge como la verdadera llave del futuro de este estado venezolano.
Bañada por ríos majestuosos como el Esequibo, el Cuyuní y el Mazaruni, la región combina selvas vírgenes, sabanas extensas, santuarios de biodiversidad y comunidades indígenas con vastos conocimientos ancestrales. También se enfrenta a severas limitaciones en cuanto a infraestructura, conectividad y acceso a servicios básicos.
Allí donde hoy el trayecto entre Bartica y Mahdia, por ejemplo, puede tomar días por la inexistencia de carreteras, o donde la penetración de internet apenas alcanza a 4 de cada 10 hogares rurales, se abren oportunidades concretas para desplegar políticas públicas de I+D con visión estratégica.
El Plan de la Patria de las 7T 2025-2031 y la Gran Misión Ciencia, Tecnología e Innovación Dr. Humberto Fernández-Morán ofrecen el marco programático para convertir este desafío en una oportunidad. La visión es clara: transformar los datos en decisiones, el conocimiento en bienestar y la soberanía científica en práctica cotidiana.
La primera tarea es construir el conocimiento del territorio. Gracias a las nuevas tecnologías de cartografía científico-social, se podrá elaborar un atlas interactivo de usos del suelo, biodiversidad, conectividad digital y recursos naturales. Este mapeo riguroso ofrecerá la base empírica necesaria para planificar inversiones, priorizar la infraestructura crítica y reducir las brechas de acceso a la energía, las telecomunicaciones, la salud y la educación.
A partir de allí, crear laboratorios satélites en puntos neurálgicos del estado permitirá generar capacidades científicas in situ. En Bartica podrán investigarse plantas medicinales; en Mahdia, tecnologías mineras limpias; y en Lethem, sensores fotónicos y agricultura de precisión. Así, el conocimiento científico será generado en los propios territorios, articulando saberes tradicionales con ciencia de vanguardia.
En paralelo, programas de incubadoras tecnológicas ayudarán a integrar a las comunidades indígenas en proyectos productivos de bioeconomía. Desde drones de cartografía forestal impresos en bioplástico hasta la trazabilidad del cacao y filtros de agua con arcillas activadas, demostrando cómo la revolución tecnológica puede estar al servicio de la equidad social y la protección ambiental.
Hace casi dos décadas, la octava estrella fue incorporada a la bandera nacional como homenaje a la provincia de Guayana. Hoy, en pleno siglo XXI, esa estrella también puede iluminar el camino de la ciencia aplicada al bienestar común. La Guayana Esequiba no solo es venezolana por derecho histórico, sino también por la capacidad de su pueblo para sembrar conocimiento y cosechar futuro.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/opinion/la-ciencia-como-brujula-de-futuro/