Del hambre a la longevidad
Dr. Roberto Betancourt A.

La aceleración del desarrollo científico y tecnológico en el siglo XXI ha traído consigo dilemas éticos de gran envergadura, especialmente en áreas como la inteligencia artificial (IA), la biotecnología, las tecnologías cuánticas y la neuroingeniería. La creciente capacidad de estas disciplinas para transformar los cimientos de la vida y la sociedad obliga a replantear los marcos normativos y los valores que guían la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i). En este contexto, se ha planteado la necesidad de establecer un «juramento tecnocrático», inspirado en el juramento hipocrático de la medicina, como un compromiso transversal con la ética para la vida de todos los sectores implicados.

El concepto de ética para la vida en la ciencia y la tecnología no es nuevo, pero cobra una nueva importancia ante el potencial de algunas tecnologías para alterar radicalmente el tejido social, económico y biológico. Yuval Noah Harari advierte que «la IA y la biotecnología pueden reconfigurar la sociedad y la propia naturaleza humana, pero sin regulación ética, estas tecnologías podrían generar desigualdades extremas y nuevas formas de opresión», lo que se alinea con la necesidad apremiante de reconocer, actualizar o reestructurar principios éticos que orienten el desarrollo tecnológico hacia el bien común y la equidad.

En su informe acerca de la Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial (2022), la Unesco señala que «los valores y principios éticos pueden ayudar a elaborar y aplicar medidas de política y normas jurídicas basadas en los derechos, proporcionando orientación de cara al rápido desarrollo tecnológico», y advierte que la ausencia de marcos morales sólidos podría derivar en escenarios distópicos donde la tecnología se emplee para reforzar privilegios en lugar de ampliar oportunidades.

La idea de un juramento tecnocrático, inicialmente propuesto por el neurobiólogo Rafael Yuste, no pretende ser un simple acto simbólico, sino un compromiso tangible y vinculante que regule la práctica profesional de científicos, ingenieros y tecnólogos, y que debería establecer conceptos fundamentales como la promoción del bienestar humano, el respeto a la autonomía de los individuos, la garantía de acceso equitativo a los beneficios tecnológicos y la responsabilidad en el uso del conocimiento.

La necesidad de estos principios es aún más acuciante en el Sur Global, donde los efectos de la innovación desregulada pueden ser devastadores, tal como advierte la ecologista y defensora del desarrollo sostenible Vandana Shiva: «la biotecnología sin ética ha permitido la privatización de semillas y conocimientos ancestrales, sometiendo a comunidades enteras a la dependencia de corporaciones multinacionales».

Finalmente, si la humanidad quiere aprovechar los beneficios de la tecnología sin caer en sus potenciales peligros, debe consolidar hoy más que ayer los principios éticos que guíen su desarrollo y aplicación. Un bien elaborado «juramento tecnocrático» puede establecer un estándar universal de responsabilidad y servir de recordatorio constante de que la ciencia y la tecnología deben estar al servicio de la vida.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/juramento-tecnocratico/