
Dr. Roberto Betancourt A.
En el siglo pasado, las sequías y el hambre eran una amenaza constante para millones de personas. Aunque estos problemas persisten en algunas regiones, los avances en agricultura, como el desarrollo de semillas tolerantes a la sequía y técnicas de riego inteligentes, han reducido significativamente la desnutrición. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la «producción global de alimentos experimentó un considerable crecimiento y los suministros mundiales de alimentos aumentaron a un ritmo más rápido que la población mundial», lo que es un logro notable si se consideran los desafíos climáticos.
Contextualmente, de acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud, en 1900 la esperanza de vida en Latinoamérica era de unos 29 años; en 2020, gracias a los avances en medicina (incluidas las vacunas, los antibióticos y las mejoras en el saneamiento), esta cifra se ha más que duplicado, alcanzando los 74 años. Es indispensable recordar que enfermedades que antes eran una sentencia de muerte, como la poliomielitis o la viruela, han sido erradicadas o están bajo control.
La reciente crisis del Covid-19, aunque devastadora, fue afrontada, gracias a los avances en medicina y salud, con una velocidad y eficacia sin precedentes, lo que permitió la creación de vacunas en menos de un año, demostrando la capacidad de la ciencia moderna para responder rápidamente a amenazas globales.
Por otro lado, los titulares de la prensa electrónica se refieren a la proliferación nuclear y el bioterrorismo, que son preocupaciones propias del mundo moderno. Aun así, tratados internacionales como los de No Proliferación Nuclear o de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y organismos de vigilancia global han evitado que se utilicen masivamente estas tecnologías para fines destructivos. En este sentido, el progreso debe valorarse desde una perspectiva que vaya más allá de los aspectos técnicos y tenga en cuenta también nuestra capacidad para establecer acuerdos moralmente aceptables.
Aunque los temores muten, el progreso científico y tecnológico (es decir, las labores que se llevan a cabo en los laboratorios de universidades, industrias, entidades gubernamentales e iniciativas ciudadanas) ha demostrado ser una herramienta poderosa para hacerles frente, siguiendo la máxima pronunciada por el astrofísico Stephen Hawking: «La inteligencia es la capacidad de adaptarse al cambio» a través de las actividades de investigación y desarrollo. La humanidad ha demostrado esta capacidad una y otra vez, transformando desafíos en oportunidades.
Para concluir, reflexionamos sobre nuestra convicción de afrontar el futuro con esperanza y preparación en lugar de permitir que el miedo nos impida avanzar. La historia de los temores humanos es, en realidad, una historia de aprendizaje y superación. Al escudriñar el pasado, nos convencemos de que los avances en ciencia y tecnología no solo han mejorado nuestra calidad de vida, sino que han permitido que la humanidad se supere a sí misma. La inversión en este sistema es imprescindible. Si el pasado es indicativo, el futuro será aún más prometedor.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/del-hambre-a-la-longevidad/