Dr. Roberto Betancourt A.
Antonio Gramsci, intelectual italiano, describió las crisis históricas como períodos en los que «lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados». Esta idea cobra relevancia en la transformación tecnológica que vivimos e impulsamos, donde avances como la inteligencia artificial, la biotecnología y las energías renovables están rediseñando las estructuras sociales y económicas. Para detectar y aprovechar estas transiciones en beneficio colectivo, es necesario analizar críticamente la situación, diseñar estrategias inclusivas y orientar la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) hacia el fortalecimiento del bienestar colectivo.
El impacto de las tecnologías disruptivas en el empleo tradicional ilustra un sistema que está «muriendo». Los trabajos rutinarios son reemplazados por nuevas oportunidades en sectores como la robótica y los servicios y productos digitales. Sin embargo, estas oportunidades no son inmediatas ni accesibles para todos, lo que genera tensiones sociales y desigualdades que Gramsci llamaría «síntomas del malestar». John Maynard Keynes, economista inglés, anticipó este fenómeno como «desempleo tecnológico» y advirtió sobre desajustes temporales en los modelos de empleo.
Gramsci insistió en la necesidad de analizar en profundidad las estructuras hegemónicas para identificar oportunidades de transformación. En el ámbito tecnológico, esto obliga a diseñar políticas que permitan a todos los sectores acceder a los beneficios del progreso. Manuel Castells, sociólogo español, coincidió en que «la tecnología no determina la sociedad», pero sí la condiciona; las instituciones sociales deben adaptarse a las nuevas realidades tecnológicas. Para aprovechar estas transiciones, es esencial formar a la ciudadanía en una alfabetización digital «a la medida» que la prepare para los empleos del futuro.
La I+D+i es un pilar fundamental para materializar este «nuevo mundo» en construcción. Inspirándose en Gramsci, debe centrarse en alcanzar una hegemonía del «bien común», priorizando innovaciones alineadas con valores colectivos. Esto exige fomentar la colaboración entre los sectores empresariales (público, privado y mixto) y universitario para abordar desafíos globales como el cambio climático, la seguridad alimentaria y la inclusión digital. El economista indio Amartya Sen complementa esta visión al defender que el desarrollo debe medirse por la expansión de libertades y capacidades humanas, más allá del crecimiento económico.
Los desarrollos tecnológicos actuales y la innovación que de ellos se origina representan un interregno gramsciano, un momento en el que desaparecen las viejas estructuras mientras emergen nuevas dinámicas sociales y económicas. Reconocer y aprovechar estas transiciones requiere un enfoque ético, crítico e inclusivo en la I+D+i, orientado a construir un futuro donde la tecnología esté al servicio de una sociedad más equitativa y sostenible. Como advertía Gramsci, la historia no tiene refugio, escape o tregua, y nuestras decisiones determinarán si el nuevo mundo será mejor para todos.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/innovacion-en-el-interregno/