Dr. Roberto Betancourt A.

Las actividades de ciencia y tecnología abarcan todo el espectro del conocimiento humano. A menudo, nos centramos en aquellas áreas que están «de moda» o que generan más atención mediática, mientras dejamos de lado otras que, aunque menos visibles, son quizás aún más importantes para nuestro futuro. De hecho, muchos de los avances científicos y tecnológicos más significativos tienden a mantenerse en secreto o a ser ignorados, en parte porque requieren habilidades y conocimientos que la sociedad en su conjunto aún no domina.

En lo que respecta a la innovación, existe una curiosa paradoja: cuanto más disruptiva es una tecnología, más tiempo pasa «bajo el radar». Esto refleja cómo las nuevas generaciones tecnológicas van ganando aceptación a medida que la sociedad está lista para entenderlas y adoptarlas. Pocas veces es algo meramente casual.

La dificultad de conciliar la educación en tecnologías emergentes con la tradicional se parece al ciclo interminable del can que persigue su propia cola: un bucle sin salida que nos secuestra, en lugar de avanzar hacia el conocimiento liberador y transformador. En su obra, el filósofo francés Edgar Morin nos advierte de esta trampa en la que «la inteligencia ciega» nos lleva a aprender y repetir habilidades y sistemas obsoletos, mientras ignoramos los cambios disruptivos que están modelando el futuro. Morin argumenta que necesitamos una «inteligencia que se enfrente a la complejidad», capaz de integrar y adaptarse a nuevas tecnologías en lugar de limitarse a estructuras heredadas. Así, educar con una visión de futuro no solo libera a la sociedad de este ciclo malicioso, sino que la prepara para un mundo en constante cambio, donde la adaptabilidad y el pensamiento flexible son las claves del progreso.

Por ello, surge la pregunta: ¿qué áreas de la ciencia y la tecnología deberíamos priorizar en lugar de perseguir únicamente las tendencias? Es algo temerario y supone una tremenda incertidumbre elaborar listas, especialmente cuando está en juego el futuro del país o de la humanidad. Sin embargo, es indispensable enumerarlas para prepararnos y crear soluciones, evitando a toda costa ser meros espectadores del futuro que tenemos por delante.

En este sentido, la inseguridad que rodea los nuevos y poco divulgados límites de la ciencia exige una preparación activa y visionaria que impulse a la sociedad a ser protagonista del cambio, en lugar de simple admiradora de tendencias efímeras. Como afirmó el filósofo danés Søren Kierkegaard: «La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante». Si queremos construir un futuro sostenible, debemos anticiparnos, explorar y fomentar en nuestras escuelas aquellas áreas de conocimiento que, aunque hoy parezcan invisibles o incomprendidas, mañana serán los pilares de nuestro bienestar colectivo.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/las-prioridades-que-ignoramos/