Dr. Roberto Betancourt A.
El producto interno bruto (PIB) mide el valor monetario de los bienes y servicios finales producidos por un país en un período determinado y, por alguna razón, se utiliza constantemente como medida de su éxito. Pero, ¿por qué el PIB se considera el indicador más importante del bienestar de una nación? Del mismo modo, ¿por qué algunas disciplinas científicas, como la biotecnología o la inteligencia artificial, se ponen en un pedestal, mientras que otras, como la sismología o la física teórica, reciben menos atención o financiamiento? No se trata de opciones puramente objetivas, sino que reflejan valores sociales y la economía política del conocimiento.
El problema no es la búsqueda de estos campos en sí, sino el riesgo de limitar la visión a lo que se nos pone por delante, como los visitantes de una galería de arte que se fijan en un par de lentes abandonados en el piso y sin valor artístico alguno como si fueran una obra maestra. En ciencia, debemos evaluar de forma crítica a través de qué prisma vemos nuestro mundo. ¿Nos están diciendo qué preguntas hacer o estamos haciendo preguntas que importan?
Aquí es donde la investigación independiente y el pensamiento crítico se hacen imprescindibles. Los científicos debemos cultivar la capacidad de apartarnos de los parámetros que algunos trazan en torno a la producción de conocimiento. Las actividades de I+D+i, especialmente cuando se llevan a cabo con curiosidad intelectual y compromiso con la exploración autónoma, pueden servir de poderoso antídoto contra el enclaustramiento del discurso. Mediante métodos innovadores, redes interdisciplinares y la voluntad de cuestionar los supuestos predominantes, los investigadores podemos forjar nuestros propios caminos y contribuir al desarrollo del conocimiento.
En el centro de la investigación científica se encuentra el principio del escepticismo, un método que requiere cuestionar constantemente tanto los datos que recopilamos como los supuestos en los que basamos nuestro trabajo. Es responsabilidad de la comunidad científica mantenerse alerta para identificar y resistir las ataduras invisibles que impiden ver más allá del horizonte. La verdadera innovación surge cuando debatimos las normas establecidas y exploramos el mundo en nuestros propios términos.
Recordando la concepción del filósofo francés Rancière sobre “la distribución de lo sensible”, las dinámicas sociales tratarán de influir en lo que vemos, valoramos y debatimos. Pero la exploración científica es capaz de superar esas barreras y anima a los investigadores a buscar respuestas, pero también a plantear nuevas preguntas que cuestionen el statu quo y amplíen los límites de lo posible.
La investigación científica y tecnológica debe librarse de las gríngolas que intentan dirigirla en una misma dirección. Parafraseando al dramaturgo español Santiago Rusiñol, una revolución científica es el triunfo de los visionarios, aquellos que ven más allá del espectro inmediato, sobre los conservadores obsoletos.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/visionarios/