Dr. Roberto Betancourt A.

En 2017, dos estudiantes colocaron un par de lentes en el suelo de una galería en un espacio vacío, lo que (para su asombro) convirtió un objeto innoble en tema de debate y admiración por parte de los visitantes. La discusión sobre el «significado» de los lentes reflejaba cómo las personas interpretan y valoran las cosas en función de señales sociales. Este acto espontáneo evoca la teoría de la «División de lo sensible» enunciada por el filósofo francés Jacques Rancière, que no solo aplica al arte, sino también a nuestra forma de manejar el conocimiento, la cultura y el desarrollo de las actividades de investigación y desarrollo (I+D).

La idea de Rancière sostiene que la sociedad define lo que ve, aprecia y debaten sus miembros, configurando los límites del discurso y la comprensión que, en el ámbito del arte, se simboliza en un museo que califica sin méritos a una obra como «digna de admiración». Sin embargo, Rancière extiende esta idea a la cultura, la economía y las normas sociales, donde estructuras intangibles dictan lo que valoramos y cómo hablamos de ello, limitando el abanico de ideas aceptables.

Para la comunidad científica, la crítica de Rancière plantea importantes interrogantes sobre la forma en que nos dedicamos a las tareas de I+D. ¿Con qué frecuencia seguimos líneas de I+D porque coinciden con las tendencias actuales, las oportunidades de financiamiento o las áreas de importancia validadas socialmente? ¿Estamos explorando territorios inexplorados o nos ceñimos en gran medida a los marcos establecidos por las instituciones universitarias, industriales o gubernamentales? El peligro reside en ajustarse con demasiada rigidez a los paradigmas existentes, donde la innovación se ve obstaculizada y el pensamiento crítico es subyugado.

La investigación científica es elogiada por su rigor, pero está influida por el contexto en el que se desarrolla. Los organismos de financiamiento y los intereses institucionales pueden controlar las preguntas que se plantean y los campos que se consideran importantes, orientando a los científicos hacia el consenso. Aunque la revisión por pares trata de prevenir la falibilidad, la selección de temas puede seguir perpetuando valores sociales más amplios.

En conclusión, es indispensable subrayar la importancia de crear soluciones ingeniosas, en lugar de limitarse a reaccionar ante las tendencias, los problemas actuales o hacia donde se nos ordena centrar la atención. El verdadero progreso se consigue dando forma al futuro de manera prospectiva e independiente, sin ataduras, afrontando los retos y explorando ideas que aún no forman parte del discurso dominante. El pionero Alan Kay nos recuerda que «la mejor manera de predecir el futuro es inventarlo» y, especialmente, evitando reproducir cánones absurdos.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/inventalo/