Dr. Roberto Betancourt A.

“Todos los cretenses son mentirosos” es una afirmación que el filósofo cretense Epiménides hizo hace más de 2.600 años, cuestionando la esencia misma de la verdad, la lógica y la autopercepción. ¿Cómo puede él, siendo cretense, afirmar que todos los cretenses mienten? Esta contradicción, conocida como la “paradoja cretense”, nos obliga a enfrentarnos a los límites de la razón y el lenguaje.

Similarmente, nos enfrentamos cada día a una paradoja que afecta a un aspecto crucial de la naturaleza humana: el efecto Dunning-Kruger, que describe cómo las personas con pocos conocimientos o habilidades en un área determinada tienden a sobrestimar sus capacidades, mientras que las más competentes suelen subestimarse a sí mismas. Es una inversión de la realidad tan sorprendente como el antiguo acertijo de Epiménides.

Hoy, los ecos de esta paradoja son fuertes e inconfundibles. Oímos los gritos de quienes creen poseer conocimientos y experiencia incomparables y declaran con confianza su superioridad sobre los demás, sin creer en ninguna institución más que en su propia sentencia. Irónicamente, muchas de estas voces proceden de personas que carecen de las cualificaciones o la experiencia necesarias para hacer tales afirmaciones. Este es el fenómeno que Charles Darwin describió sucintamente en una ocasión: «La ignorancia engendra confianza más a menudo que el conocimiento». Las voces más fanáticas, tan seguras de su rectitud, suelen pertenecer a quienes están menos preparados para dirigir o aconsejar. Por el contrario, aquellos que realmente poseen los conocimientos, la formación y las habilidades necesarias para impulsar un progreso significativo a menudo se sienten ignorados o dudan de su propia valía.

El efecto Dunning-Kruger no es solo una curiosidad psicológica, refleja un fracaso social más amplio a la hora de valorar el conocimiento por encima de la arrogancia. Lo presenciamos cada día en las redes sociales, donde «influencers» se erigen (más allá de sus capacidades intelectuales) por encima de verdaderos expertos que están limitados por su «número de seguidores». Cuando toleramos que quienes tienen conocimientos superficiales dominen la conversación, obstaculizamos el progreso.

La lección de la paradoja de Epiménides y el efecto Dunning-Kruger es clara: como sociedad, debemos aprender a discernir dónde reside el verdadero mérito. En estos momentos difíciles, es más importante que nunca que, como colectividad, premiemos el conocimiento, la competencia y la integridad, y que depositemos nuestra confianza no en quienes creen falsamente tener una capacidad ilimitada, sino en quienes tienen la humildad de reconocer los límites de sus conocimientos y la dedicación de seguir aprendiendo. Solo así podremos superar las paradojas de nuestro tiempo y construir un futuro mejor para todos.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/dunning-kruger/