Dr. Roberto Betancourt A.
El auge de gigantes de las redes sociales (RRSS) como Facebook, YouTube, WhatsApp y TikTok ha transformado la forma en que miles de millones de personas se comunican, consumen información y participan en el discurso público. Con plataformas como Facebook, que cuenta con 2,9 millardos de usuarios, YouTube (2,5 millardos) y TikTok y WeChat (cerca de 1,2 millardos cada una), su mera escala las convierte no solo en medios de comunicación, sino también en poderosos guardianes de la información. La consolidación de esta influencia, concentrada en unos pocos consejos directivos, ha suscitado preocupación por su poder incontrolado y los efectos perjudiciales para la verdad, la salud pública y los procesos democráticos.
Ryszard Kapuściński, periodista polaco, afirmó que “cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”, mostrando que la naturaleza de la difusión de la información ha sustituido el discurso equilibrado por algoritmos impulsados por los beneficios, que a menudo amplifican los contenidos sensacionalistas o divisivos. En una época en la que los contenidos compartidos por RRSS pueden desatar el malestar social y exacerbar las tensiones entre comunidades, la cuestión de cómo regular esta creciente influencia se está convirtiendo en una preocupación crítica.
En América Latina, la influencia de las RRSS en la vida pública ha sido tan profunda como problemática. Los gobiernos de la región han expresado su preocupación por la capacidad de las RRSS para facilitar la propagación de desinformación, lo que lleva a la polarización, disturbios civiles e incluso amenazas a la gobernabilidad democrática. Fuera de Venezuela (que se ha convertido en un especialísimo caso de estudio), un ejemplo clave es Brasil, donde plataformas como WhatsApp se utilizaron para difundir información falsa durante las elecciones presidenciales de 2018, lo que contribuyó a una polarización política generalizada. La Fundação Getúlio Vargas (2019) demostró que las campañas de desinformación durante el período electoral no solo fueron abundantes, sino que se dirigieron a crear confusión sobre el proceso de votación y a manipular la opinión pública, afectando la integridad electoral.
A pesar de lo demostrado y de la escala global de esta “infodemia” a lo que se une el miedo irracional a permanecer sin el celular o “nomofobia”, la Organización Mundial de la Salud ha mantenido una postura ambivalente mostrando su preocupación por el impacto de las RRSS en la salud pública, especialmente en el contexto de la difusión de información errónea, sin considerar cómo se crea, cómo se inocula el comportamiento y respuesta del cuerpo, tanto individual como colectivo.
En los 80 se afirmaba que el origen de los males de la humanidad era que la información era inaccesible, pareciera que el español Baltasar Gracián estaba en lo cierto cuando sentenció que “Muchas veces nace la enfermedad del propio remedio”.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/infodemia/