Dr. Roberto Betancourt A.
Las redes sociales (RRSS) se han convertido en poderosas plataformas, donde los individuos pueden compartir sus pensamientos, ideas y experiencias con una audiencia global. De un simple medio de comunicación se han transformado en un fenómeno complejo que puede compararse a una suerte de «tatuaje social», una huella permanente en la conciencia colectiva del mundo digital que no sólo refleja, a veces, la identidad del autor, sino que sirve de testimonio del tiempo, el contexto y la intención que hay detrás del contenido compartido. Al menos eso se creía.
La metáfora del tatuaje social sirve para entender cómo las acciones dejan una marca indeleble en la personalidad digital de cada quien: así como se graba en la piel, el contenido que compartimos en línea se convierte en una parte prácticamente inalterable de nuestra identidad pública, se conserva, es accesible y está sujeta a la interpretación de otros, a menudo de formas que el autor puede no haber previsto.
Esta realidad es especialmente evidente en la forma en que se examinan en el presente los comportamientos en línea del pasado. Algunos personajes públicos se han enfrentado a reacciones negativas por antiguos mensajes en las RRSS que, en el momento de escribirlos, se consideraban inofensivos o humorísticos. A medida que evolucionan las normas sociales, los contenidos que antes parecían inocuos pueden ser reevaluados bajo una luz menos favorable.
A nivel social, la permanencia de los contenidos en línea influye en nuestra forma de comunicarnos, tanto dentro como fuera de ella. Sabiendo que nuestras palabras pueden conservarse indefinidamente, podemos autocensurarnos, elegirlas con más cuidado para evitar posibles repercusiones futuras e, incluso, ahogar un discurso honesto, preocupados más por cómo podrían interpretarse nuestras palabras en el futuro que por expresar verdaderos pensamientos y sentimientos.
Sin embargo, hay efectos positivos, pues fomenta la rendición de cuentas, obligando a los individuos a responsabilizarse de sus acciones. En algunos casos, la exposición del comportamiento pasado puede conducir a un cambio significativo, ya que las personas se ven obligadas a enfrentarse y abordar el daño que pueden haber causado. El tatuaje social, por tanto, no es una mera seña de identidad, sino también un catalizador para el crecimiento y la reflexión.
Saramago, escritor portugués, advertía que “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos”, por lo que los contenidos que compartimos seguirán determinando cómo nos perciben los demás, tanto en el presente como en los años venideros. Es esencial navegar por esta realidad con conciencia e intencionalidad, comprendiendo que lo que ponemos en el mundo digital es, en muchos sentidos, un reflejo de quiénes somos, o al menos de quiénes éramos en el momento de la creación.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/tatuaje-social/