Dr. Roberto Betancourt A.

En una era en la que la tecnología embebe casi todos los aspectos de nuestras vidas, la “tecnofilia” y la “tecnofobia” han pasado a encapsular dos enfoques divergentes de nuestra relación con los avances digitales. Estos vocablos han adquirido un significado renovado a medida que nos enfrentamos a promesas y peligros de nuestro mundo hiperconectado. Tecnofilia se refiere al amor y la aceptación de la tecnología, mientras que tecnofobia significa miedo o aversión al cambio tecnológico. Ambos extremos presentan un complejo conjunto de retos que, si no se controlan, pueden moldear profundamente nuestra sociedad de forma preocupante.

El auge de las redes sociales (RRSS) ha demostrado el poder seductor y saturador de la tecnología. Estos aspectos los hemos abordado en detalle en reflexiones previas. Facebook, Instagram, TikTok y X, que antes se percibían como herramientas de conexión y comunicación, se han convertido en entidades influyentes con efectos de gran alcance en la población. Su naturaleza adictiva está bien documentada, con estudios que demuestran que su uso inmoderado puede provocar una serie de problemas de salud mental, como ansiedad, depresión y soledad; y, lo que es más insidioso, pueden distorsionar la realidad, creando cámaras de resonancia que amplifican la desinformación y los contenidos polarizadores.

Isaac Asimov, célebre escritor de ciencia ficción, a través de sus ficticias “Tres leyes de la robótica” reflejaba una profunda preocupación por el crecimiento incontrolado de la tecnología y las implicaciones éticas de nuestra dependencia en ella. Igualmente, George Orwell, otro gigante de la literatura, en su novela distópica 1984, describió un mundo en el que la tecnología se utilizaba como herramienta de opresión. “El Gran Hermano te vigila” se convirtió en sinónimo del miedo a la tecnología invasiva que controla y restringe las libertades individuales. Estas visiones retumban mientras crece la preocupación por la privacidad, la seguridad de los datos y el papel de los gigantes de las RRSS en nuestras vidas que obran (prácticamente) sin regulación de contenidos, horarios, público e impacto.

El poder “omnímodo” que ejercen los propietarios de las RRSS añade una dimensión preocupante a este discurso, pues han demostrado su capacidad para censurar o amplificar contenidos en función de sus intereses, moldeando el discurso de forma que les beneficie. Al manipular (desvergonzadamente) la visibilidad de ciertas narrativas, influyen en la opinión pública, incidiendo en las elecciones e incluso incitar al descontento social, tal como se ha documentado en EE. UU. (2016 y 2020), Brasil (2018), India, Birmania, Reino Unido, Hong Kong y Venezuela.

En función a ello, ¿Quién decide qué contenidos son visibles o se suprimen? ¿Qué ocurre cuando un reducido grupo de individuos o empresas posee las llaves del reino digital? Nuestra próxima reflexión abundará sobre estas interrogantes.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/tecnofilia-o-tecnofobia-i/