Dr. Roberto Betancourt A.

Nuestra pasada reflexión abordó el problema de la tecnología, su determinante influencia en nuestras vidas y dos enfoques divergentes sobre el tema: la tecnofilia y la tecnofobia, planteándonos el reto de encontrar un equilibrio entre los dos extremos y cultivar un enfoque crítico pero abierto de estos avances, reconociendo sus beneficios y posibles inconvenientes, y también demandando un público informado y comprometido, que participe activamente en los debates sobre las implicaciones éticas y abogue por políticas que protejan los derechos y libertades individuales.

La educación desempeña un papel vital en la consecución de este equilibrio, capacitando a las personas para navegar por las complejidades del mundo digital con discernimiento (conociendo cómo funcionan los algoritmos, reconociendo las señales de desinformación y ser conscientes de los riesgos a la privacidad).

De igual modo revisamos la incidencia de las redes sociales (RRSS) y cómo éstas se han convertido en poderosos instrumentos, capaces de generar imponderables efectos en la población que las consume especialmente cuando su uso es inmoderado.

La regulación, en este sentido, es, junto a la educación, otro componente crucial para mitigar los riesgos asociados tanto a la tecnofilia como a la tecnofobia. El Gobierno y organismos reguladores deben desempeñar un papel activo en la supervisión del desarrollo y el despliegue de las nuevas tecnologías, con normas que obliguen a las empresas a ser transparentes sobre cómo utilizan los datos, o que limiten el poder de los gigantes tecnológicos para controlar la información, con el fin de proteger los derechos individuales y mantener el sano equilibrio.

El debate entre tecnofilia y tecnofobia es una discusión acuciante que afecta a todos los aspectos de nuestras vidas. A medida que nos adentramos en la nueva era que construimos, las decisiones que tomemos sobre nuestra relación con la tecnología determinarán el porvenir de nuestro país. Siempre ha sido así, solo que ahora pasó a nuestros bolsillos con una chocante ubicuidad.

El físico alemán Albert Einstein no conoció las RRSS, pero se interrogaba “¿por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil, nos aporta tan poca felicidad?” y respondía “porque aún no hemos aprendido a usarla con tino”, fundamentado en el camino que señalaba, asentamos que, aunque la tecnología tiene el potencial de impulsar el progreso y mejorar nuestras vidas, también conlleva riesgos significativos que deben gestionarse con cuidado. Los peligros tanto de la tecnofilia como de la tecnofobia son reales, y hay que navegar por el espacio entre estos extremos con revolucionaria sensatez.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/tecnofilia-o-tecnofobia-2-de-2/