
Dr. Roberto Betancourt A.
A veces, en la historia institucional de un país, surge una obra que confirma que quien «pone el corazón en lo que hace encuentra soluciones donde los perezosos e indolentes se dan por vencidos». La Universidad Nacional de las Ciencias Dr. Humberto Fernández-Morán (UNC) es hoy uno de esos ejemplos luminosos. En apenas un año de vida, un lapso insignificante si se consideran los parámetros tradicionales de maduración universitaria, la UNC ha demostrado que la voluntad orientada por una visión estratégica puede transformar con rapidez y profundidad el ecosistema nacional de la educación científica.
El primer logro, quizás silencioso pero decisivo, fue la creación de una estructura de gobernanza ágil, moderna y horizontal, capaz de transformar un consejo directivo provisional en uno permanente en menos de tres meses y de aprobar un reglamento que permite tomar decisiones rápidas en un entorno científico que cambia minuto a minuto. Este cimiento institucional es mucho más que un trámite administrativo: constituye la arquitectura que permite innovar sin fricciones, aprender colectivamente y actuar con coherencia. Junto a esto, la formulación de un Plan de Desarrollo Institucional con 10 objetivos estratégicos, 7 tendencias tecnológicas a largo plazo y 140 ambiciosas metas demuestra una comprensión madura del papel de la prospectiva en la educación universitaria del siglo XXI.
Además de planificar, la UNC ejecutó sus propósitos con una energía inusual y, en sus primeros dos meses, logró la aprobación de 16 carreras STEM, diez de ellas inéditas en la historia universitaria venezolana, y en similar período labora para cosechar tres nuevas carreras emergentes: Ciencias Ambientales y Climáticas, Geociencias y Virología. Este conjunto forma hoy la mayor oferta concentrada de disciplinas científicas y tecnológicas disruptivas y de vanguardia del país, evidenciando una lectura precisa de las transformaciones globales en conocimiento, empleo y producción.
El crecimiento de la matrícula confirma la pertinencia de este esfuerzo: de 539 estudiantes en mayo de este año, la UNC alcanzó 1.805 estudiantes en diez meses, con un aumento del 360 %, y con otros 1.062 jóvenes ya comprometidos para el corto plazo. Esa demanda refleja confianza, pero también revela que el país esperaba una institución que dialogara con las necesidades tecnológicas contemporáneas sin perder su raíz humanista. La presencia de estudiantes provenientes de todas las entidades federales —uno de cada cuatro del interior del país— y la capacidad de residencias para alojar al 80 % de ellos, expresan una vocación de inclusión que se corresponde con la ética de vida del científico que inspira el nombre de la universidad.
En materia de igualdad de género, la UNC alcanzó cifras notables: 41,1 % de toda la matrícula corresponde a mujeres, quienes lideran áreas como la biotecnología, la oceanología, la ciencia molecular o los biomateriales, mientras que los hombres predominan en la física nuclear, la ciberseguridad, la robótica o la ciencia de datos. Esta distribución, lejos de ser anecdótica, refleja un ecosistema científico que comienza a equilibrarse y que reconoce el talento como variable determinante de desarrollo.
La UNC también entendió que la ciencia es, ante todo, cooperación. Por ello consolidó alianzas con instituciones de China, Vietnam, Rusia y México, ampliando su proyección global hasta 530.000 compañeros académicos. Este salto internacional —respaldado por iniciativas auspiciadas por la Unesco— abre horizontes para la investigación conjunta, la movilidad y la creación de redes de conocimiento que fortalecen el papel de Venezuela en la geopolítica de la ciencia.
En síntesis, la UNC no ha cumplido un año: ha cumplido un propósito. Ha mostrado que un país puede construir plataformas científicas de alto nivel cuando se une la visión política, la excelencia técnica y el compromiso humano.
Que la juventud venezolana tiene sed de ciencia y que, cuando se le brinda una institución seria, moderna y afectivamente comprometida con el futuro, responde con entusiasmo y creatividad.
En su primer año, la UNC enseñó ciencias, sí, pero también enseñó que la esperanza se planifica, se organiza y se construye con rigor. Y que, cuando el corazón guía el camino, incluso los desafíos más difíciles se convierten en oportunidades para imaginar —y hacer realidad— un país científicamente soberano y humanamente próspero.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/opinion/unc-cuando-el-corazon-impulsa-a-la-ciencia/
