
Dr. Roberto Betancourt A.
En tan solo unas décadas, China pasó de ser una nación tecnológicamente dependiente a una de las potencias de innovación más dinámicas a nivel global. Esta transformación no es producto del azar o la improvisación, sino el resultado de un proceso deliberado y dirigido por el Gobierno Nacional, destinado a la construcción de lo que los expertos denominamos un Sistema Nacional de Innovación (SNI).
Mientras Venezuela se embarca en un esfuerzo por revitalizar su base científica y productiva, es crucial aprender de las experiencias de otras naciones del Sur Global que han logrado transformar el conocimiento en soberanía y desarrollo.
La evolución del SNI chino puede describirse en fases interconectadas que ratifican la importancia de la voluntad política, la visión a largo plazo y la inversión estratégica en investigación y desarrollo (I+D). La primera de estas fases comenzó a finales de los 70 y se caracterizó por la apertura de la economía y la restauración de las universidades y los centros de investigación tras la Revolución Cultural. Fue un período de revaloración de la ciencia como fuerza de modernización. El establecimiento de la Academia China de Ciencias como eje central de la I+D tangible marcó un cambio fundamental, invirtiendo y creando 430 empresas, ocho de las cuales cotizan en la bolsa, como es el caso de Lenovo.
Entre 1978 y 1995, el gasto en I+D como porcentaje del PIB se mantuvo por debajo del 0,7 %, pero se logró reconstruir las instituciones y se hizo énfasis en formar talento humano. En la actualidad, esta cifra alcanza el 2,68 % o 502 millardos de dólares. En la década de los 90 surge una segunda etapa con el lanzamiento de programas estratégicos, como el 863 (de I+D de Alta Tecnología) y Antorcha (destinados a desarrollar tecnologías clave y fomentar parques científicos e incubadoras), con las universidades integradas más directamente con la industria y el Gobierno coordinando y fomentando las patentes y la transferencia de tecnologías. Según la Unesco, el número de solicitudes de patentes por parte de residentes pasó de casi nueve mil en 1995 a más de 1,5 millones en 2020, lo que refleja la reforma institucional y la alineación de las políticas.
En la siguiente, China adoptó la innovación como pilar central del desarrollo con el Plan a Medio y Largo Plazo para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (2006-2020), lo que marcó un punto de inflexión, aumentando el gasto de inversión en I+D de forma constante hasta superar la media europea.
Universidades como Qinghua y Pekín empezaron a aparecer en las clasificaciones internacionales y se multiplicaron las publicaciones en revistas arbitradas. El auge de empresas chinas como Huawei, Tencent y BYD son el resultado de esta combinación deliberada de inversión pública y desarrollo de capacidades privadas.
La actual fase refleja la progresiva transformación hacia la innovación endógena y de vanguardia. El XIV Plan Quinquenal (2021-2025) destinó más de 385 millardos de dólares a sectores estratégicos emergentes. Destaca la gobernanza de la ciencia y la tecnología que se ha movido de la imitación (parte de la estrategia de las anteriores fases) a la anticipación, incorporando la prospectiva tecnológica, la colaboración mundial y marcos de regulación bioética. De esta manera, China encabeza actualmente la comunicación cuántica, la inteligencia artificial, las tecnologías verdes y el desarrollo de la 6G.
Esta trayectoria parece replicarse en países como Vietnam, Irán y Brasil con adaptaciones específicas. En Vietnam, por ejemplo, aumentó la inversión pública en I+D un 10 % anual desde 2010, y las universidades locales son ahora codesarrolladoras de tecnologías de alto valor en los sectores de la agricultura y la industria manufacturera.
El análisis detallado de estas experiencias puede aportarnos enseñanzas muy valiosas. En primer lugar, que ningún SNI prospera sin una inversión pública y privada sólida y sostenida en I+D. En segundo lugar, que las universidades y los centros de investigación deben actuar como motores de la transferencia de conocimientos y dejar de considerarse como islas de excelencia. En tercer lugar, que la capacidad de innovación requiere mucho más que laboratorios y financiamiento; también demanda seguir políticas coherentes, que se sigan las recomendaciones del análisis de los indicadores y que se pongan en marcha mecanismos para evaluar los resultados.
Venezuela tiene talento, instituciones, riquezas naturales y, sobre todo, una riqueza humana excepcional. El reto está en articular todo ello en una estrategia de innovación coherente y continuada.
Necesitamos una hoja de ruta nacional clara, similar a los planes de varias décadas de China y el coraje político para apoyar la ciencia como condición necesaria para la soberanía, en lugar de un lujo. Con optimismo racional, basándonos en lo que ha funcionado y alejándonos de los dogmas, podemos fortalecer el SNI venezolano que sirva al pueblo, dignifique el conocimiento y abra caminos reales hacia el progreso.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/opinion/hecho-en-china-mejorado-en-venezuela/