Nuestra mejor amiga

Dr. Roberto Betancourt A.

René Descartes, matemático y destacado científico que enunciara uno de los métodos de investigación aún en uso, publicó en 1649 su último tratado: «Las Pasiones del Alma». Para muchos, el título se distancia del autor, mejor conocido por su escepticismo metodológico y según el cual se duda de cuanta cosa deba ser dudada.

Esta obra fue escrita por encargo de Isabel de Bohemia, aristócrata alemana, quien pedía reiteradamente a su guía aclaraciones sobre la relación en el ser humano entre dos sustancias tan distintas como el alma y el cuerpo. El epistolario condujo a este fabuloso texto que recomiendo ampliamente, sino por su propio contenido, al menos por la curiosidad debido al veto que durante largo tiempo le impuso la iglesia católica, incluyéndolo en el Índice de Libros Prohibidos, larga lista de títulos que fuere suprimida de un plumazo en 1966. 320 añitos nada más duró la prohibición.

Seguramente, independientemente de que sea la ciencia nuestra pasión o no, hemos experimentado la reconfortante tarea de escribir al ser amado o, con más certeza, recibir un mensaje que reitera el valor de la familia y la amistad. En este sentido, me parece oportuno compartir un pasaje de la obra de Descartes, en un intento de entender las pasiones que nos mueven desde su perspectiva geométrica. Este extracto define la amistad:

«Paréceme que con mejor razón se puede distinguir el amor por el grado de estimación de lo que amamos en comparación con nosotros mismos, pues cuando estimamos el objeto de nuestro amor menos que a nosotros mismos solo sentimos por él un simple afecto; cuando lo estimamos igual, se llama amistad, y cuando lo estimamos más, la pasión que sentimos puede ser llamada devoción».

Esta es una sesuda forma de clasificar nuestras pasiones, afectos.

La ciencia, ese maravilloso método sistemático que construye y organiza el conocimiento en forma de explicaciones y predicciones comprobables sobre el universo en búsqueda de la verdad, es, en sí misma, objeto de especial devoción por quienes la ejercen. Quienes se llaman científicos o científicas (pregúntele a alguno que conozca) siguen la bandera que les guía, y según la cual «es un error capital teorizar antes de tener datos; insensiblemente, uno comienza a torcer los hechos para que se adapten a las teorías, en lugar de las teorías para que se adapten a los hechos». Esta sentencia es fenomenalmente cierta.

Un científico, una científica, es de los mejores amigos o amigas que podemos tener, esos y esas que amamos tanto como a nosotros mismos. Siguiendo la analogía, la sentencia es clara: la ciencia es nuestra mejor amiga. Encontrar la verdad es invaluable. Mejor nos lo recuerda el refranero cuando sentencia: «El espejo y la amistad siempre dicen la verdad».

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/nuestra-mejor-amiga/