Dr. Roberto Betancourt A.

El uso de tecnologías apropiadas en el área de Ciencias Médicas y de la Vida ha tenido una positiva y singular influencia. Pueden citarse solo un par de resultados: uno, el número de defunciones de niños menores de cinco años en todo el mundo pasó de 12,6 millones en 1990 a 5,2 millones en 2019, una sustancial disminución que, dos, se amplía sostenidamente gracias al desarrollo de la penicilina en la década de los 40 y que, se estima, ha salvado unos 200 millones de vidas.

Un aspecto importante que domina la aplicación de nuevos (y viejos) hallazgos está relacionado con la ética humana (no hay otra) en su desarrollo. La ética médica ha resumido en cuatro los principios fundamentales del ejercicio en estas ciencias: no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia.

Partiendo del hecho que nadie pondría en duda la correlación entre el desempeño de la profesión y su impacto, hoy la tecnología ha influido significativamente en el desarrollo de los derechos humanos, en particular los asociados con los productos y servicios digitales, incluso aplicados en el área que arriba se ejemplifica.

Por un lado, las tecnologías de información (TI) han provocado el aumento de filtraciones de datos, parcialidad y extensión de funciones, que bien pueden vulnerar el derecho a la intimidad de las personas y erosionar la confianza en el sistema. Al mismo tiempo, las TI aplicadas al sector también han ampliado el derecho a la salud al hacer más accesible la infraestructura digital en todo el país. Esto debe incluir una justa carrera por la alfabetización digital de todos, incluyendo a quienes toman de decisiones.

En el ejemplo que aquí se expone se unen dos elementos de especial importancia, uno el derecho social a la salud (garantizado como parte del derecho a la vida en nuestra Carta Magna); otro, es el súbito avance de la inteligencia artificial (y otras tecnologías) que suscitan debates sobre sus implicaciones para los derechos humanos. Estas encierran un inmenso potencial para mejorar la eficiencia y la productividad, pero promueven preocupación por la privacidad de los datos, la posibilidad de un uso indebido de esta información por parte de empresas y un largo etcétera.

En este sentido, ¿cuál es el curso de acción para el acceso y simultánea protección ante la geometría y escalamiento tecnológico? ¿Reformar la Ley de Ejercicio de la Medicina (y por extensión a otras ciencias)? ¿Anticipar un instrumento transversal de los derechos digitales (retados y -al mismo tiempo- multiplicados por tanto dispositivo a nuestro alrededor)?

Al respecto, para la discusión, nos orientaba José Martí que «El que tiene un derecho no obtiene el de violar el ajeno para mantener el suyo».

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
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