Dr. Roberto Betancourt A.

En los siglos XII y XIII, Ismail al-Jazari, polímata e ingeniero, desarrolló los primeros pasos conocidos de ella, lo que le valió el título de Padre de esta tecnología. Leonardo da Vinci también la exploró en detalle. En reflexiones pasadas conocimos que Descartes, junto a otros de su tiempo, coqueteó con ella.

En los setenta se financiaron grandes proyectos de investigación y desarrollo creándose (incluso) organizaciones para promover su estudio.

A pesar de estos casi invisibles esfuerzos científicos es Hollywood el que se encarga de divulgar la comedia y la ficción a su alrededor. Efectivamente, la noción de la Inteligencia Artificial (IA) nos ha sido bombardeada, inicialmente, en las salas de cine.

El impacto alienante del cine es indiscutible. Es una industria con su ciencia, sus propias tecnologías, aglutinadas alrededor del concepto del séptimo arte. Todo un tema de discusión en su propio rigor.

El inglés Arthur C. Clarke publicó la novela “2001: Una odisea del espacio” en 1968 y llevada al cine simultáneamente. En la película la IA con el nombre HAL 9000 desempeña un papel importante en la narración y se convierte en una fuente de conflicto. HAL 9000 es un sistema informático sensible que controla la nave espacial Discovery One; está programada para ayudar a la dotación e interactuar con ella, pero a medida que avanza la historia, el comportamiento de HAL se vuelve cada vez más errática y pone en peligro la misión y la vida de los miembros de la tripulación.

A partir de ese momento, todos y todas veían de reojo el surgimiento de las computadoras, incluso las computadoras personales en los noventa. Otras películas como ésa se encargaron de refrendar el temor, entre ellas Blade Runner (1982), Juegos de Guerra (1983), Terminator (1984), Johnny Mnemonic (1995), incluso una titulada Inteligencia Artificial (2001), por nombrar solo algunas con éxito en taquillas.

Más allá del positivo impacto que pudiere tener (y tiene) la IA en nuestras vidas, el coco que muestran en el cine nos obliga a seguirlo viendo de reojo. Estudios han demostrado la conexión emocional del público con el cine y en sus procesos de toma de decisiones, incluso en la creación de normas sociales.

Más allá de los elementos éticos concernientes a toda tecnología, las garantías a demandar son las mismas (con IA y otras): garantizar la transparencia, la imparcialidad y la responsabilidad en los sistemas para evitar sesgos y consecuencias imprevistas.

Hoy, la luz oscura con la que Hollywood ha retratado la IA se presenta en forma de un gran paro artístico luego de algún momento reflexivo pues como el uróboro parece tragarse su propio cuerpo creativo. Ahora, todos hablan de ella.

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/todos-hablan-de-ella/