¿Más tecnología, más poder, más libertad?

Dr. Roberto Betancourt A.

En 1965, Gordon Moore, cofundador de Intel (hoy el mayor fabricante de circuitos integrados del mundo), postuló que la cantidad de transistores que se pueden empaquetar en una unidad de espacio determinada se duplicará aproximadamente cada dos años.

Gordon Moore no llamó a su observación “Ley de Moore”, ni propuso crear una “ley”, pero hizo esa declaración basándose en las tendencias emergentes de la fabricación de chips en Fairchild Semiconductor. Finalmente, la intuición de Moore se convirtió en una predicción, que a su vez se transformó en una regla de oro. A la tendencia enunciada por Moore se le llama ley a pesar de que ésta se basa en una observación y proyección más que en principios físicos o de la naturaleza.

Esta predicción se ha mantenido por varias décadas y ha servido como referencia para las tareas de planeamiento de largo aliento de las metas de investigación y desarrollo del sector.

Algunos emprendedores de la industria de semiconductores han declarado la muerte de la Ley de Moore, mientras que otros han demostrado su singular vigencia a través de la miniaturización. Precisamente, a los efectos de esa industria ocurre un interesante contrasentido, pues si los avances en una particular área son a una tasa que excede la capacidad de economías de escala, ¿cómo (o por qué) invertir en líneas de producción que serían potencialmente obsoletas una vez estén disponibles en el mercado a una disminuida tasa de retorno?

La respuesta a esta interrogante tiene dos vertientes. La primera se encuentra en la discusión en círculos de la gerencia tecnológica según la cual -a pesar de los avances en la tecnología tal como los anticipó Moore- la productividad en general (y en promedio) no ha aumentado a esa misma tasa, pues el hombre, la mujer, no ha modificado (al mismo ritmo) la capacidad de asimilar nuevas tecnologías derivadas de la duplicación mencionada en el primer párrafo.

Segundo, esa misma discusión nos ha llevado a enunciar una paradoja según la cual la libertad que podría brindar el avance tecnológico y el acceso a ella, nos hace (desde el punto de vista social) esclavos de ella misma. Veamos unos números:

— Hoy tenemos la capacidad de interrumpir en cualquier lugar y hora a través de llamadas y mensajes, solo recordemos que en el mundo hay un total de 7,7 millardos de celulares inteligentes repartidos en igual número de personas que habitan el planeta.

— Ahora, somos capaces de realizar multitareas en trabajos complejos, tal como escribir, leer, escuchar y diseñar simultáneamente gracias a Internet. Se estima que en este momento 5,16 millardos de personas tienen acceso a la red; es decir, el 66 % de la población mundial (en el 2000 eran ‘solo’ 396 millones, ha crecido 1.300 %).

— Aumento en la precisión del monitoreo personal e industrial a través de GPS o por medio de la grabación de monitores. En este aspecto, no hay exactitud en los números de accesibilidad a GPS pues es eminentemente pasivo. Sin embargo, baste decir que ya se producen pelotas de golf o fútbol con GPS para facilitar tu desempeño al golpear el balón o conocer su ubicación.

La máxima reza que el acceso a la tecnología brinda poder. ¿Poder para quién? En cualquier caso, nuestro poder parece no haberse duplicado al mismo ritmo que enunció Moore.

La otra interpretación es que la tecnología ofrece más libertad. ¿Es así? ¿Nuestra libertad se ha incrementado geométricamente como lo ha hecho la miniaturización de dispositivos mecánicos, ópticos y electrónicos?

Es imposible ser indiferente al crecimiento de los adminículos tecnológicos presentes en la cotidianidad de nuestras oficinas, hogares, lugares de ocio o estudio y evitar cuestionarnos a dónde nos lleva el mundo que estamos construyendo. ¿Más poder y más libertad?

Arthur C. Clark, el escritor inglés de ciencia ficción, se aventuró a decir, en la década de los 70, que “Los microprocesadores se están metiendo en todo. En un futuro cercano no habrá ningún accesorio -salvo una escoba, acaso- que no tenga un procesador dentro”. ¿Se equivocó?

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/mas-tecnologia-mas-poder-mas-libertad/