Serendipia
Dr. Roberto Betancourt A.
Oscar Wilde solía decir que la “experiencia es el nombre que damos a nuestros errores”, pero ¿Cómo aprender de los errores? Mejor aún ¿Cómo anticipar los errores? ¿De qué sirven una vez cometidos?
Los filósofos estoicos como Marco Aurelio y Epicteto, conducían regulares ejercicios que llamaban “premeditatio malorum” o “premeditación de males”. El objetivo de estos ejercicios era anticipar los aspectos negativos que pueden pasarnos en la vida. Los estoicos imaginaban los escenarios que pudieran derivarse de -por ejemplo- perder el trabajo, sufrir alguna penosa enfermedad, incluso -para su especial forma de vida- de comprometer su reputación o estatus en la sociedad.
Los estoicos enunciaron intensas metodologías para imaginarse y “anticipar los peores escenarios para superar los temores que ciertamente se pueden producir de experiencias negativas”, elaborando pensados planes para prevenirlos. Mientras otros se concentraban en cómo obtener el éxito, los estoicos consideraban, además, cómo manejar el fracaso. ¿Cómo reconocer que las cosas no salieron bien? ¿Cómo prepararnos hoy para ese escenario?
Esta forma de pensar que nació hace apenas 2.300 años, en la que se estudia lo opuesto al escenario deseado, le dieron el interesante nombre de “inversión”. La premisa que orientaba sus esfuerzos estribaba en la marcada sobrevaloración de otros en el enunciado del camino al éxito, sin invertir tiempo en evitar el fracaso, de allí la inversión de la interesante perspectiva. Ergo, sugiero que “preparándonos para el fracaso estaremos listos para el éxito”.
Filósofos como Séneca revisaban sus planes enfocándose en aquellos aspectos que podrían atentar contra el normal desenvolvimiento de las cosas, bajo la premisa de que “Nada le ocurre al sabio que él ya no sepa, pues ya ha anticipado aquello que puede bloquear sus planes”. No se trata de avanzar en una perspectiva eminentemente pesimista, sino de abrazar aquella máxima enunciada por Ludwig Börne que en su estridencia recomendaba: “Agoten antes todas las locuras, pues así se llega a la tierra de la sabiduría”.
La sabiduría en este caso está asociada a la anticipación del fracaso, del error, de la capacidad de recordación de las condiciones en que ocurren (o puedan ocurrir), pues el conocimiento sensible nos recuerda que lo impensable se presenta espontáneamente a aquellos que no están preparados.
Esta tesis de los estoicos complementa a la “serendipia”, que evoca el descubrimiento afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta.
La mejor comunión discursiva de la “inversión” y el casual éxito que emana la “serendipia” la expone el soterrado socialista redactor de la Constitución de los Estados Unidos, Tomás Jefferson, cuando -interrogado a este respecto- expresó:
“Creo bastante en la suerte. Y he constatado que, cuanto más duro trabajo y me preparo más suerte tengo”.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/serendipia/