Creer y saber

Dr. Roberto Betancourt A.

Creer y saber son dos verbos que más de un lector pudiere utilizar como sinónimos. No obstante, el diccionario arroja inmediatas luces en la marcada diferencia que tienen estos verbos condensados en cinco letras. Por un lado «creer» es «tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado», y por otro, la definición de «saber» es más elocuente al recordar que demanda el «conocimiento profundo de una o más materias», para luego recordar en otra acepción que es «aquella persona docta en un área».

Se excluyen una de otra

Más allá de la intuitiva razón por la que podíamos reconocer alguna diferencia, al tiempo de establecer una zona gris donde ambos son lo mismo, pueda deberse a la naturaleza ampliamente católica de nuestros coterráneos y que influye sensiblemente en los elementos culturales que subyugan las más claras definiciones. La data de este potencial origen se remonta al Concilio de Nicea (325 d.C) cuando se recitó por vez primera la declaración o confesión de fe que es compartida por la comunidad cristiana: el credo. Credo es el latín de «creo». Interesante.

Siglos recitando como «sé» algo que -oficialmente y acuñado por el más alto nivel de la catequesis global- se «cree» propende a crear obstáculos gramaticales a nivel mitocóndrico, de eso que se carga genéticamente y pasa de generación en generación. Se cree con tal fuerza que se asume como cierto.

Para asegurar la diferencia se cuenta con todo un entramado de acciones, talentos y equipos especialmente diseñados, amparados todos bajo el paraguas del método científico que se interpone entre la posible sinonimia de ambas palabras.

Por ejemplo, una persona se puede «creer» más alto que la persona que está a su lado, pero ello es rivalizado inmediatamente por una cinta métrica. El resultado de la medición certificará quién tiene mayor altura.

Finalmente, la construcción de las actividades de investigación y desarrollo de nuestro Estado Nación demanda saber de sus sustanciales diferencias de la «producción y comercialización» de bienes y servicios, incluyendo el emblemático uso de «innovación». Muy lejos están de ser sinónimos unas de otras. Tampoco son actos de fe. La investigación y desarrollo, en las universidades, la industria, el hogar, la oficina, son indispensables para la producción eficiente; son parte de un proceso indispensable, no son actos de fe.

Hace más de dos mil quinientos años Lao Tse nos advertía que «Saber creyendo no saber, eso es lo excelso. No saber creyendo saber, eso es una enfermedad».

* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación

@betancourt_phd
Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/creer-y-saber/