Dr. Roberto Betancourt A.
Nadie disputa que la investigación y desarrollo (I+D) juega un papel crucial en el desarrollo económico y social de la Nación. Según la Unesco (2021), Corea del Sur destinó 4,81 % de su PIB a I+D, Japón invirtió 3,26 %, Alemania 3,09 % y China 2,40 %, lo que se refleja en la cantidad de patentes registradas, publicaciones científicas y la presencia de empresas tecnológicas de impacto global.
En contraste, América Latina presenta un panorama diferente. Según la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana (Ricyt), solo Brasil y Argentina se acercaron al umbral del 1 % del PIB, con 1,16 % y 0,53 % respectivamente; al tiempo que los estudios sugieren que la infraestructura es limitada y, en muchos casos, las políticas de apoyo “no terminan de balancear las cargas”. El déficit se refleja en la baja cantidad de patentes y publicaciones científicas en comparación con las regiones líderes.
Si bien, la baja inversión en I+D es un factor importante en este desbalance, la atmósfera integral en la materia también enfrenta una fuga de cerebros significativa, donde talentos brillantes emigran a países con mejores ecosistemas de investigación.
Otra limitación citada es el enfoque en educación y capacitación en áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (abreviado STEM en inglés). Según el Banco Mundial, los países latinoamericanos enfrentan desafíos significativos en la calidad de la educación en las áreas STEM, lo que reduce la disponibilidad de profesionales capacitados para realizar actividades de I+D; a lo que se une que el entorno empresarial no está orientado hacia la innovación local, donde (lamentablemente) no ven la I+D como una inversión estratégica.
Una de las mejores recomendaciones, progresiva, de alto impacto y relativa baja inversión, consiste en estimular la comunicación y la colaboración entre universidades, centros de investigación, industrias, empresas, poder popular y gobiernos (estatales y municipales) para catalizar la innovación a través de la creación de clústeres y redes de colaboración para el intercambio de conocimientos y recursos, lo que crea condiciones atractivas para retener y atraer talento, mejorando las condiciones del ecosistema, ofreciendo incentivos y oportunidades de desarrollo.
En la recientemente relanzada Gran Misión Ciencia, Tecnología e Innovación Dr. Humberto Fernández-Morán se han hecho públicos cinco importantes golpes de timón que apuntan en esta dirección y persiguen cambiarnos a nosotros mismos, en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, para transformar las circunstancias en la más pura respuesta proactiva que como científicos estamos en la capacidad de dar. Mano firme en el timón.
* El autor es Presidente del Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación
@betancourt_phd Fuente: https://ultimasnoticias.com.ve/noticias/opinion/mano-firme/